Liderazgo y comunicación

El liderazgo moderno se caracteriza por moverse en un espacio caracterizado por la incertidumbre: cada vez la competencia se torna más feroz, las tecnologías se suceden unas a otras con gran velocidad y el mercado genera nuevas demandas. Este caos creado por el enorme caudal de información generado diariamente por la sociedad del siglo XXI, hace que muchas personas se enfoquen en el presente.

 Estar al tanto de todas las tendencias y las reingenierías para lograr el éxito como líder es el camino que muchos toman: las novedades se enfrentan con más novedades. Sin embargo, lo nuevo no siempre es lo mejor o no siempre es suficiente.

Es por ello que para ser un dirigente inteligente, es necesario estar consciente del presente y futuro de su organización o de su vida. Para ser buen líder es necesario estar al tanto de lo que trae la contemporaneidad, pero más importante aún es revisar y aprender lo que ha llevado siglos de construcción. Es cierto que para hablar de liderazgo hay que incorporar procesos de cambio, sin embargo para adaptarse al siglo XXI los líderes no tienen que inventar algo nuevo: simplemente combinar inteligentemente el pasado con el presente.

Eso es lo que hace Chris Lowney en su libro “El liderazgo de los jesuitas” ofrece una perspectiva del liderazgo que cobija las prácticas que Ignacio del Loyola impartió a sus seguidores en el siglo XVI. Toma los modelos de direccionamiento dela Compañíade Jesús para fundamentar una red de valores y estrategias que caracterizan a sus líderes.

¿Qué es lo que ha hecho que los líderes dela Compañíade Jesús trasciendan y le brinden estabilidad a su institución? Lowney explica varias de las razones de su éxito y longevidad. Una de ellas, son las relaciones de autoridad en las que se basa el liderazgo jesuita: se trata de una combinación de un lenguaje emocional, la persistencia y la inteligencia. Cuando los líderes y los colaboradores no aprehenden esta nueva dinámica de autoridad, suprimen la posibilidad de ayudar y de ser ayudados.

También se describe el liderazgo como una manera de vivir, un proceso interminable que se fundamente en el conocimiento de sí mismo, la demarcación de objetivos, el trabajo en equipo, la búsqueda de nuevas oportunidades, la práctica del heroísmo (concebido éste como visualizar lo imposible y lograrlo) (Lowley, 2004), la unión y el apoyo mutuo entre el líder y sus seguidores. Estas son algunas de las bases de un liderazgo fundamentado, como el mismo Loyola alguna vez dijo, por el amor.

El amor del líder se expresa en el reconocimiento del talento, el fomento de la superación en los seguidores y en la generación de un clima de confianza. Es decir, un líder basado en el amor “no rechaza ningún talento ni ninguna persona de calidad.… dedican a desarrollar el potencial no aprovechado.… opera con más amor que temor” (Lowney, 2004, p.234).

Esto rompe tanto con las visiones clásicas como las actuales del liderazgo. Esto se evidencia en la diferencia entre los textos que ensalzan a personajes como Atila, Maquiavelo, los manuales de superación personal o los libros que incorporan la dinámica deportiva.  Al compararlos con el liderazgo jesuita se encuentra en que los primeros se enfocan el desarrollo y la actitud del líder como ente individual e independiente, totalmente contraria a la perspectiva  de la Compañíade Jesús, donde el sentido de la vida del líder es el trabajar por los demás. No deja de lado el desarrollo interior, pero deja claro que el objetivo del crecimiento personal es el ayudar a otros a ser mejores.

Un ingrediente clave en liderazgo: la comunicación

La comunicación se erige como un ente unificador de elementos en torno a cualquier proceso humano y naturalmente, en todas las actividades organizacionales: “la comunicación es el entramado –el sistema nervioso- que mantiene unidos a los distintos elementos componentes de la organización. Sin comunicación, las organizaciones no pueden sobrevivir, se desintegran”. (Elías y Mascaray,1998. p. 52.)

Sin embargo, la visión de la comunicación se ha ido opacando poco a poco con la ya clásica pero abrumadora premisa de McLuhan  “el medio es el mensaje”. A pesar que fue formulada en los años sesenta,  ha influenciado a muchos en su conceptualización de la comunicación. A su vez, la acentuación de la globalización en este siglo y la influencia de los avances tecnológicos que han permeado en todas las esferas del saber han desembocado en la agilización de los procesos de transmitir información, pero se deja atrás lo que se quiere decir. Este enfoque en la técnica y no en la  naturaleza de la información ha llegado hasta las esferas organizacionales, donde los dirigentes son cada vez más eficientes transmitiendo sus mensajes, pero se han quedado rezagados estructurando su discurso para fomentar las potencialidades de sus colaborares.

Superar prácticas erradas como esta es aplicar un ejercicio eficiente del liderazgo, y para ello es sin duda imprescindible conocer los procesos de comunicación y desarrollarlos para obtener buenos resultados, ya que sin una estructuración fuerte en torno a ésta, las construcciones alrededor del liderazgo pueden perder efectividad. Se trata no solo de analizar cómo llega, cómo se procesa y cómo se envía la información, sino que también implica tratar de dilucidar la complejidad de las relaciones humanas.

Las ideas, los deseos, los razonamientos, las motivaciones, los sentimientos y las impresiones de un emisor se mueven en un círculo de intercambio que se encuentran con la misma carga mental del interlocutor. En ese proceso, el líder debe manejar una serie de mensajes que sean la respuesta a las necesidades de sus seguidores, debe manejar un lenguaje que genere empatía, debe concertar con su equipo de trabajo el medio, el momento por el cual se transmite la información y debe explicar cuando es necesario adoptar nuevas dinámicas. Esto, a todas luces, es una tarea titánica, porque el proceso comunicativo es volátil, y tiene tantas expresiones (lenguaje oral, escrito, corporal, lenguaje de lo que se obvia) y tantos elementos que lo influencian, que para un líder es imposible acaparar toda la generación de contenidos significantes que se mueven a su alrededor.

¿Pero como manejar un proceso que a veces es incontrolable? Chichí Páez argumenta que  “la comunicación efectiva es difícil bajo las mejores condiciones” (2002). Y es que por perfectas que sean las relaciones de los líderes siempre deben confrontar una serie de barreras descritas por el autor “1º) Existen barreras causadas por la semántica; 2º) Barreras causadas por las connotaciones de la palabra; 3º) Barreras causadas por la diversidad en la entonación de lo expresado y 4º) Barreras causadas por las diferencias entre las percepciones.” (2002).

Problemas comunicativos siempre existirán, y siempre será imposible abordar todo el proceso, sin embargo, un líder que aplique el pilar jesuita del ingenio siempre encontrará la manera de dirigir el “caos” para su beneficio. Es por ello que es posible, en la medida que se trabaje en equipo, superar las barreras comunicativas.

El primer paso es generar credibilidad. Ésta se obtiene con la lógica cohesión entre lo que se dice y lo que se hace. No sólo para que las palabras del líder sean consideradas como veraces, sino también para ofrecer una claridad en las acciones que eliminen posibles errores de interpretación.

El segundo paso, lo describe muy bien Peter Druker, es preguntar. Es así como se superan las barreras del percepciones, el conocer un punto de vista externo que ayude entender los razonamientos de los colaboradores: “el primer secreto de la eficacia es entender a la gente con la que uno trabaja y de la que depende, de modo tal de poder aprovechar sus fortaleza, estilos de trabajo y valores”. (Druker, 2004).

También es importante para el líder tener muy claro como va a dirigirse hacia los demás. Ser preciso es importante, pero generar una conexión que permita la compresión lo es aún más. Sin ello, las barreras semánticas, de connotación y entonación harán imposible el intercambio de ideas.

Y por último, para superar las barreras de las percepciones, es necesario comprender no sólo la posición individual, sino la todo el equipo de trabajo.

Cada cual tiene una perspectiva, un modo de mirar la realidad. El punto de vista de cada persona constituye una perspectiva única de una realidad más amplia. Si yo puedo mirar a través de tu perspectiva y tú de la mía, veremos algo que no habríamos visto a solas. (Senge, 1994).

Si al confrontar varios puntos de vista hay choques, no se genera un problema, sino una oportunidad.  Las diferencias o posibles roces no son obstáculo para un líder. Allí yacen las oportunidades y resolverlas es poner en práctica la creatividad.

Basado en lo anterior, se pude concretar que para un líder la comunicación debe concebirse como un proceso de facilitación para que surjan diversos enfoques o puntos de vista de una misma realidad, de forma que posibilite la solución creativa de los problemas.

Cuando el escuchar es la clave para el líder

La principal estrategia comunicativa del líder para que la organización se renueve de forma positiva, es poner por encima la capacidad de escuchar sobre la necesidad de expresar las ideas: es hacer de la comunicación un proceso completo, no la transmisión unilateral de información. Se trata de un liderazgo fundamentado en la retroalimentación, sin ademanes dictatoriales. Se basa en el diálogo continuo con todos los públicos: colaboradores, clientes, proveedores y competidores, en una actitud de recepción y comprensión.

Esta también forma parte de la denominada por Daniel Goleman “inteligencia emocional”, basada en la “creación de redes de comunicación y la habilidad para encontrar un terreno común y crear un buen entendimiento” (Lowney, 2004, p.126). Las habilidades comunicativas mejoran cuando el líder se encuentra en sintonía con el mundo y sus semejantes.

Por ello es importante que el líder siempre escuche, dejando de lado todo el ruido comunicativo que genera la autosuficiencia.  “El líder escucha a los cínicos porque diseccionan con frialdad los problemas, también siempre presta atención a los entusiastas, siempre dispuestos a colaborar, pero se preocupa sobre todo en la mayoría silenciosa: aquellos que no hablarán si no les pregunta.”. (Prigle y Gordon, 2001.)

Lo anterior es importante en la medida que la información proporcionada por entes externos siempre es vital para tomar decisiones. Pero lo más importante, es que se genera un clima de confianza, se genera la sensación de que todos pueden aportar, por lo que el desempeño mejorará. “Los líderes que se proponen transformaciones advierten que tienen una misión de índole educativa y se proponen generar confianza y lealtad”. (Magretta, 2002).

Esta visión se encuentra consignada en una definición de líder actualizada, que confluye poder de decisión y contacto con sus colaboradores según Pérez López un líder

Trabaja para mejorar los conocimientos valorativos de los subordinados. Ayudará a los subordinados a encontrar el valor auténtico de sus actos, evaluar los efectos de las acciones sobre los demás y elevar su motivación de modo que aprendan a actuar desde motivos trascendentales.(2000. p.2.)

Por último, y menos importante, la comunicación y liderazgo tienen un lazo inseparable. La comunicación posibilita el encuentro y el contacto con los demás, es la manera de expresar a los demás el aprecio y amor. El amor es una de las bases del liderazgo jesuita “tratar al prójimo con una actitud positiva y alentadora” (Lowney, 2004, p.146). Lo más impresionante, es que Lowney relaciona indirectamente el amor y la comunicación como dos conceptos que siempre van unidos: “el amor consiste en una recíproca comunicación entre dos personas, es decir, el que ama da y comunica lo que tiene a la persona amada” (Lowney, 2004, p.142).

Conclusiones

Un buen líder, que se mueve en la cultura corporativa del siglo XXI, combina los valores clásicos como la disciplina y el autoconocimiento con los “nuevos” imprescindibles elementos como la calidad de la comunicación, el amor al prójimo y la toma de riesgos. Aunque la mayoría de ellos ya fueron aplicados porla Compañíade Jesús hace siglos, redescubrirlos es un valioso proceso que con perseverancia, genera buenos resultados.

Sin embargo, sigue sin existir fórmula mágica. Todos los elementos descritos aquí, y en los cientos de publicaciones que hay en torno al tema no son la solución definitiva para ser un líder exitoso: es un camino personal, que no es igual para nadie.  Pero una cosa sí es cierta, hay dinámicas que fluyen en cualquier tiempo y en cualquier espacio, y la comunicación es una de ellas: sin una comunicación efectiva, no hay liderazgo efectivo.

En resumen, un líder del siglo XXI es aquel que posee grandes competencias comunicativas, construye una relación que motiva a sus seguidores a contribuir de forma real a la consecución de los objetivos y crea los espacios para visualizar las oportunidades y las amenazas que infundan la certeza de ir con paso firme hacia un futuro incierto.

BIBLIOGRAFÍA

CAPARÁS, A; CHINCHILLA, M. (2000) Teoría institucional y teoría antropológica del liderazgo: salvando un vacío de 40 años. Barcelona: IESE.

DRUKER, P. (2004) La administración de uno. Bogotá: Editorial Norma.

ELÍAS, J; MASCARAY, J. (1998) Más allá de la comunicación interna. Barcelona: Gestión 2000.

LOWNEY, C. (2004). El liderazgo al estilo de los jesuitas. Bogotá: Editorial Norma S.A.

MAGRETA, J. (2002). What management is: how it works, and why it’s everyone business.New York: Free Press.

PÁEZ, C. La calidad de la comunicación identifica el estilo de líder. (2002, junio). Disponible en: http://www.revistainterforum.com/espanol/articulos/063002negocios.html

PRINGLE, H; GORDON, W. (2001). Brand manners: how to create the self-confident organization to live the brand. Chichester (West Sussex): John Wiley & Sons.

SENGE, p. (1994). La quinta disciplina. Barcelona: Editorial Granica.

Organizaciones saludables: retos y dificultades

El mundo de las empresas no hace más que reflejar lo que está ocurriendo en el seno de la sociedad. En un país de las características de Colombia, los contrastes son muchos: hay grandes polos de desarrollo con valiosos aportes en todas las áreas, y hay sectores donde las necesidades son críticas. Y de esto las organizaciones no están exentas: cada vez son más notables los avances en materia de salud y en desarrollo organizacional, sin embargo, factores como la crisis económica, el caos gubernamental y la difícil situación de algunas empresas, dificultan cada vez más la implementación general de una correcta aplicación de concepto de “organizaciones saludables” a nivel nacional.

Es por ello que muchas instituciones o empresas o bien ignoran y no cumplen con los parámetros mínimos de la salud ocupacional o lo implementan de forma errada. Sea por desconocimiento, por falta de recursos o a simple vista un supuesto ahorro de dinero, el no implementar acciones para llevar una adecuada salud ocupacional y de la gestión del riesgo puede traer consigo pérdidas que pueden superar ampliamente inversión en prevención o capacitación.

Estos factores negativos, si bien son obstáculos importantes, no deben ocultar el hecho de que en Colombia existe el conocimiento y el capital humanos necesario para mejorar en la materia. Con estos activos, y la suficiente motivación, es posible cambiar. Las razones para realizar este cambio y adoptar una gestión eficiente de la salud ocupacional son diversas: obligaciones jurídicas, reducción los costos indirectos relacionados con el ausentismo, el presentismo y la capacidad laboral de los trabajadores o mejoramiento del rendimiento laboral. Sin embargo, la más importante de todas y a la que deben apuntar todas las estrategias, es al bienestar de las personas pertenecientes a la organización.

Lo anterior solo es posible si se aborda de manera holística la organización, sin dejar al azar ninguno de sus elementos o procesos, y poner en marcha el mejoramiento programado y estratégico de los elementos básicos de las organizaciones saludables: las buenas condiciones de trabajo, clima laboral de apoyo y una cultura de la prevención.

Para lograr lo anterior, en primer lugar, tanto el estado, las EPS’s, las ARP’s como las organizaciones deben esforzarse no sólo por incluir políticas eficaces de salud ocupacional, sino también por mejorar las existentes. Como lo afirma Hugo Piedrahita en su texto «Cost of work-related musculoskeletal disorders (MSDs) in developing countries: Colombia case» en el país no sólo se necesita una revisión sistemática de la incidencia y los costos de las enfermedades profesionales, sino también de algunas de las dinámicas de la salud ocupacional colombiana.

En segundo lugar, cambiar el punto de vista parcializado de algunas áreas de recursos humanos acerca sobre la salud en las organizaciones. Es necesario cambiar la intención de valorar sólo la aptitud laboral de colaborador, hacia un abordaje integral que analice el nivel de salud integral de una persona. Esto incluye tener tanto las patologías físicas, como los riesgos psicosociales, tales como el mobbing, burn-out o estrés postvacacional.

También es necesario generar una cultura preventiva, orientada hacia la calidad de la misma y apelando a estrategias muy importantes en el proceso: una política retributiva, sentimiento de pertenencia, ya que como afirma Primo en su texto Organizaciones saludables “la base de una organización alegre se encuentra en que sus miembros tengan claro y positivo sentido de pertenencia, producto de una coherencia reflexiva”; y posibilidades de promoción. Como expresa Navarro, “No basta con prevenir los riesgos. Potencia los recursos activos –propios y/o de sus miembros- que promocionan la Calidad de Vida, la Salud y el Bienestar”.

Todo se resume en una visión sistémica del bienestar, cubriendo todos los aspectos tanto organizaciones como los relacionados con las personas. Es esencial mantener un equilibrio adecuado en relación al clima laboral, formación, estilo de gestión, así como asegurar una comunicación, unos comportamientos y unas actitudes de apoyo en la organización.

REFERENCIAS

PRIMO, Daniel y DE ANDRÉS, Eugenio. A la búsqueda de organizaciones saludables. Capital humano. N.217. Enero 2008.

NAVARRO, Miguel Ángel Y OTROS. Evaluación de las organizaciones saludables, una propuesta metodológica.